El explorador de lugares abandonados forcejea con la puerta del último pabellón que queda en pie de la Expo de Sevilla del 92.
Al entrar en el recinto el pelo y la ropa se le enredan con las telarañas. Enciende la linterna. En los lavabos hay un palmo de agua estancada donde flotan cadáveres de insectos. Plink-plink de agua goteando. Hay un altavoz pero se solo se oye electricidad estática. Ruido blanco.
Entonces percibe pasos que vienen de un pasillo oscuro. Un retumbar rítmico que desprende polvo del techo.
De las sombras sale Curro, o eso parece, la mascota de la Expo. En su rostro se dibuja una gran sonrisa, como un pedazo de sandía sobre la acera. Mide dos metros y del interior de su disfraz mugriento e infestado de ácaros surgen unas palabras: “¿Quieres ver cómo me arranco la cabeza?” Lo hace. Como en destellos estroboscópicos el explorador ve sangre y fluidos salpicando en todas direcciones antes de desmayarse.
Ésta ha sido mi hispánica versión de la mítica historia Creepypasta sobre el explorador que penetra en un misterioso parque de lujo en las Bahamas abandonado por Disney y se encuentra con un Mickey Mouse antropomórfico que se arranca la cabeza con sus propias manos. Se supone que se pueden encontrar unas imágenes en youtube de una cámara de videovigilancia, aunque yo no confiaría demasiado...
Y esta es otra de mis Chorradillas:
UN REAL MORDISCO (Relato)
Esto sí que no lo esperaba: la regia cara azulada mueve los ojos con parsimonia, gira la cabeza y me mira fijamente, mostrando una sonrisa cruel con afilados colmillos que parecen gritar impacientes.
De repente el billete salta hacia mi cuello. Los ojos se me abren desmesuradamente mientras mi cerebro intenta procesar el ataque. Agarro el billete, lo aparto y una rociada caliente de sangre salpica la pared.
Salgo apresuradamente a la calle y entro en un bar de silencio marrón y brillo metálico; una franquicia de tabernas vascas. Pido un pincho, le saco el mondadientes de madera y traspaso el billete en el lugar del corazón. El papel hace un ruido como de rueda de bicicleta al pincharse -¡puf!- y desaparece por completo.
Me tomo un zurito, luego otro, y otro. La mesa parece un tablero de ajedrez hecho con vasos que reflejan mis ojos rojos de venas que parecen estallar. La camarera y los clientes me miran aterrorizados, y yo digo:
-Una sangría, por favor.
LA RECETA: POLLO A LA SANGRÍA
En una jarra mezclar el vino tinto con trozos de naranja, manzana, melocotón y el zumo de un limón. Echar una parte en un bol o plato hondo y poner a macerar el pollo cortado en octavos al menos una hora.
Dejar secar los trozos de pollo sobre papel de cocina mientras el aceite se calienta en una cazuela. Freír el pollo y cuando tome color sazonar con sal y pimienta. Añadir a la cazuela las frutas y el vino, tapar y dejarlo cocer con el fuego al mínimo durante media hora.
Este pollo a la sangría queda muy bien con arroz blanco salteado y acompañado de una jarra de sangría bien fresca, naturalmente.
¿Recuerdan los caracoles de mi entrada anterior? Uno sobrevivió:
Y por si alguien quiere pasar por el JAZZPETIT de Barcelona -calle Provença, 181, esquina Aribau- el próximo sábado a las 19h. presentaré mi libro con música de jazz y un buen vermut casero.