La rutina se ha instalado en la casa de Andrea y Andrés. Cuando el marido llega a casa alrededor de las nueve cenan, se acomodan en el sillón frente al televisor y Andrés –que siempre maneja el mando a distancia como un cetro patriarcal- se queda dormido al empezar las noticias. Todas las noches lo mismo. Viven en una tranquilidad leve, amistosa, pero sin chispa.
Andrea, más abierta de mente que el soso de Andrés, decide una tarde curiosear en uno de esos modernos Sex Shops que han aparcado su antigua sordidez. Es un local luminoso donde no es raro ver parejas y mujeres solas. Andrés no aprueba los juguetes sexuales.
Andrea compra unas bolas chinas con mando a distancia, cargador y diez programas de vibración. Al salir a la calle siente de inmediato una creciente excitación.
De vuelta en casa coloca el mando en el cargador y revisa las instrucciones: –“Recarga en 2 horas. Tiempo de uso 30 minutos. 10 programas de vibración…” –y sonríe al pensar en una travesura: después de la cena se introducirá las bolas, se sentará en el sofá con su marido y las activará cuando se quede dormido. Así la situación tendrá más morbo.
En el exterior, la luz se desvanece. Andrea prepara una cena rápida, sopa de sobre y ensaladilla rusa. Andrés llega y empiezan a cenar. Mientras él recoge los platos, Andrea se encierra en el lavabo, se baja los tejanos, luego las bragas y se introduce las bolas. Cuando regresa al comedor Andrés ya se ha sentado en su lado del sillón y Andrea la izquierda, junto al cojín donde ha escondido el vibrador.
Andrés apunta con el mando hacia la tele y pulsa el botón, no responde, pero Andrea nota una repentina vibración en la vagina. Está claro que ha confundido los mandos. Su marido está concentrado en la pantalla inanimada “Creo que se han gastado las pilas”, y no advierte que Andrea ha pulsado el otro mando. El televisor se enciende en mitad de una serie de forenses californianos. Andrea se apoltrona en su rincón del sofá sintiéndose cada vez más húmeda. La electricidad fluye de abajo a arriba cerrando el circuito y pasando a una trepidante carrera hacia el orgasmo.
Empiezan las noticias. Andrea ahoga un gemido. Las bolas son sensibles a la música y vibran con más fuerza al sonar la estridente sintonía del telediario. La televisión le parece un pequeño punto luminoso mientras observa con el rabillo del ojo a Andrés que cabecea soñoliento. Andrea siente un preámbulo de orgasmo cuando aparece en la pantalla Rajoy con su consejo de ministros.
Por fin, Andrés reclina la cabeza y cierra los ojos. Aún sostiene el mando y al distender el cuerpo oprime el pulgar sobre un botón accionando las bolas a la máxima potencia. Andrea gime y jadea hasta que sus poros explotan, se estremece, y libera el orgasmo con un furioso grito de éxtasis.
Andrés se despierta bruscamente y mira perplejo a su esposa. El sonoro estallido orgásmico de Andrea ha coincidido con la noticia de un pavoroso incendio en el zoo de Budapest. Tres hipopótamos murieron cocidos en el agua de sus tanques.
Me parece que estos dos disneyanos ratoncitos están jugando con las bolas chinas. ¿O es un producto de mi enfermiza mente?
SINDROME CLEVELAND
En mi entrada Extraños sindromes televisivos:
miquel-zueras.blogspot.com/2014/01/extranos-sindromes-y-desapariciones.html
Hablé de extrañas idas y venidas de algunos personajes en las series. Ahora hay que añadir el Síndrome de Cleveland, o cuando un personaje vuelve con el rabo entre piernas a la serie original al no haber tenido éxito con su Spin-Off.
Sucedió en el último episodio de la 12º temporada de Padre de família emitido en España la semana pasada. Tras la cancelación The Cleveland Show, Cleveland y su família regresan a la ciudad de Quahog donde han de soportar las crueles bromas de Peter Griffin y sus amigos: "¿A quién se le ocurrió la idea de que un oso que habla con acento ruso es divertido?" O: "El logo de la serie parecía un pene morado."
Bueno, y ya que se ha hablado de ensaladilla rusa así es como la preparo:
ENSALADILLA RUSA
Pelar y cortar a dados 2 patatas grandes, poner los trozos en un cazo de agua salada y fría (para que las patatas queden bien cocidas y los huevos no se rompan) y poner el agua a hervir.
Añadir guisantes (recomiendo los que van en tarro de vidrio) 2 zanahorias cortadas a taquitos y 1 pimiento verde sin semillas y cortado pequeño.
Dejar cocer 20 minutos. Poner los huevos bajo el chorro de agua fría para pelarlos.
En un bol, juntar las patatas y las verduras, desmenuzar los huevos duros, escurrir el aceite de una lata de atún y mezclar todo bien con la mayonesa.
Queda muy bien servirla decorada con aceitunas rellenas de pimiento y bastoncitos de pan.