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HISTORIAS DEL MÓVIL

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Orlando Dutyfree guardó el móvil en el bolsillo de la chaqueta y se fue a su trabajo. Nada más pisar  la calle el móvil se fue volando.
Es lo que pasa al salir de casa con el móvil en modo avión.
Está diagnosticada la fobia a salir de casa sin el móvil, se llama Nomofobia (no confundir con la Gnomofobia o miedo a los gnomos) pero hay un nuevo transtorno conocido como Efecto Google, nuestro cerebro se niega a retener información y prefiere recurrir a los buscadores. Vamos, que nuestro cerebro se vuelve gandul.
Este cuento quedó finalista en un concurso -convocado por Vodafone- de relatos cortos en los que el móvil fuera más o menos protagonista.  ¿Alguien se anima a llamar a ese número del final por curiosodad?
SIMPLE CURIOSIDAD
 Demasiado rápido para una curva tan cerrada. Jota empotra su moto Norton 500 CC monocilindrica en una valla. Unos metros atrás viene su hermano Eme en una Guzzi 599 CC 8 cilindros y encuentra a Jota tendido en el suelo en medio de un gran charco de sangre. Jota le dice que si no sale de esta quiere que lo entierren con su cazadora de motero; son sus últimas palabras.
Tres días después los miembros del club de motoristas Easy Rider nos reunimos para el funeral de Jota. Poco antes de la ceremonia Eme convida a beber a todo el mundo. Parece un funeral irlandés, bebemos (en pocos minutos agotamos los botellines de cerveza del bar del tanatorio) cantamos, reímos y lloramos. Dos asistentes se lían a tortazos y Eme suspira: “A Jota le hubiera gustado esto”.
Eme y otros tres compañeros cargan con el ataúd hasta el cementerio. Por poco dejan caer el féretro al suelo por el respingo que dan cuando desde el interior de la caja suena el Born to be wild de Steppenwolf. Es el tono que sonaba en el móvil de Jota. No debieron reparar en el móvil que siempre llevaba en un bolsillo interior de la cazadora. Uno de los porteadores, con las piernas aún temblando del susto, vomita abundante cerveza sobre una lápida .Ni siquiera Eme puede reprimir una carcajada. Segundos más tarde el móvil enmudece y depositan el ataúd dentro del nicho.
 En casa me quedo hasta muy tarde viendo una película por televisión. Las primeras cabezadas coinciden con los títulos finales. Decido irme a la cama cuando una idea cosquillea mi adormilado cerebro. Agarro el móvil y tecleo apresuradamente el número de Jota. Un timbrazo, dos, al tercero se oye un chasquido:

-Jota… Soy Erre ¿Qué hay, viejo? Es que me preguntaba si realmente existía el Más Allá. Sí… era sólo eso, simple curiosidad.
FIN




"Justo entre el primero y el segundo piso sentí que iba a vomitar un conejito"
(Carta a una señorita en París. Julio Cortázar)
Releyendo este cuento con un protagonista que no puede evitar vomitar conejitos me han venido ganas de preparar este plato:
CONEJO AL AJILLO
 Sofreir los trozos de conejo en una sartén después de pasarlos por harina para que no salpiquen aceite.
Retirar el conejo y el el mismo aceite dorar una docena de dientes de ajo con cuidado de que no llegen a quemarse.
Sazonar el conejo con sal y pimienta. Añadirlo a la sartén con los ajos.
Regar con un vaso de vino blanco y poner una hoja de laurel.
Tapar la sartén y dejarlo cocer 20 minutos con el fuego al mínimo. Quedará muy bien con ensalada o unas patatas fritas.

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