El poblado estaba siendo hostigado por un Wurdolak, vampiro que sólo se alimenta de sangre de mujeres vírgenes. Se deslizaba sigiloso por las alcobas y a la mañana siguiente descubrían a otra joven en su lecho con dos heriditas en el cuello tan pequeñas como alfilerazos. Todas débiles y pálidas pero vivas, como si el vampiro quisiera mantener su despensa.
El burgomaestre decidió celebrar una reunión urgente.
-¡Queridos conciudadanos! –la potente voz del burgomaestre resonó por toda la sala, un establo habilitado para la ocasión-. Todos estamos afligidos por esta plaga que se abate sobre las doncellas de este pueblo cuando la noche arroja sus sombras-.bebió un sorbo de agua y continuó-: Pero he conseguido al hombre que puede ayudarnos. ¡Les presento al famoso caza-vampiros! ¡El profesor Van Helsing!
-¡Uf! –resopló-. ¡Qué establo más sucio! ¡Y ese hedor a ajos…!
-Parece algo estirado –dijo el doctor, sentado al lado del burgomaestre.
-¡Estudió en Heidelberg! – respondió el burgomaestre-. No ha sido precisamente barato convencerlo para que venga hasta aquí-. Y se levantó para saludar a Van Helsing que le correspondió con un escueto apretón de manos.
-Es un placer verle, profesor, aunque veo que no ha traído su famoso maletín negro con la estaca, el agua bendita y los crucif…
-Voy a emplear métodos modernos –interrumpió Van Helsing pasando el pañuelo por el asiento antes de acomodarse-. Hay que ir directo a la raíz del problema. –alzó la voz dirigiéndose a la concurrencia-:Queridos pueblerinos… ese chupasangres sigue un patrón, se alimenta exclusivamente de jóvenes doncellas con edades comprendidas entre los 16 y los 22 años como nos demuestra el cómputo de las víctimas. El alguacil me ha proporcionado los nombres de las familias de este villorrio con hijas en edad de merecer.
-Son diecisiete damiselas a las que me propongo salvar de las garras de ese monstruo sediento. Ellas me serán enviadas a ese tugurio que ustedes llaman posada para ser desfloradas por un pulcro caballero –aquí se señaló con el índice-, a razón de dos por día. El vampiro ya no encontrará aquí su sustento y tendrá que irse bien lejos-. Excelencia –Van Helsing se inclinó hacia el burgomaestre-: concedo a su hija (Leonor, 16 años) el privilegio de ser la primera en ser salvaguardada de esa sanguijuela. ¿Le parece bien traérmela mañana a las dos de la tarde?
El burgomaestre se irguió. Sus ojos asomaban llameantes por encima de sus gafas de montura de concha. Berreó:
-¡Sándor, György! ¡Calentad brea!
-¡Lázslo! ¡Trae un saco de plumas!
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